Antepasados de las tortugas

Archelon es una tortuga marina extinta del Cretácico Superior, y es la tortuga más grande jamás documentada, con el espécimen más grande midiendo 5 m (16 pies) de la cabeza a la cola y 2.200 kg (4.900 lb) de masa corporal[5] Se conoce sólo del Esquisto de Dakota Pierre y tiene una especie, A. ischyros. En el pasado, el género también contenía A. marshii y A. copei, aunque estos han sido reasignados a Protostega y Microstega, respectivamente. El género fue nombrado en 1895 por el paleontólogo estadounidense George Reber Wieland basándose en un esqueleto de Dakota del Sur, quien lo situó en la extinta familia Protostegidae. Se pensaba que la tortuga laúd (Dermochelys coriacea) era su pariente vivo más cercano, pero ahora se cree que Protostegidae es un linaje completamente separado de cualquier tortuga marina viva.

Archelon tenía un caparazón coriáceo en lugar del caparazón duro de las tortugas marinas. El caparazón puede tener una fila de pequeñas crestas, cada una de las cuales alcanza un máximo de 2,5 o 5 cm (1 o 2 pulgadas) de altura. Tenía un pico especialmente ganchudo y sus mandíbulas eran expertas en la trituración, por lo que probablemente comía crustáceos y moluscos de caparazón duro mientras se desplazaba lentamente por el fondo marino. Sin embargo, su pico podría estar adaptado para cizallar la carne, y es probable que Archelon fuera capaz de producir los potentes golpes necesarios para viajar en mar abierto. Habitaba en el norte de la vía marítima interior occidental, una zona entre templada y fría dominada por plesiosaurios, aves marinas hesperornitiformes y mosasaurios. Es posible que se haya extinguido debido a la reducción de la vía marítima, al aumento de la depredación de huevos y crías y al enfriamiento del clima.

Stupendemys

Las tortugas son representadas con frecuencia en la cultura popular como criaturas apacibles, pacientes y sabias. Debido a su larga vida, su lentitud de movimientos, su robustez y su aspecto arrugado, son un emblema de longevidad y estabilidad en muchas culturas del mundo[1][2] Las tortugas se incorporan con regularidad a la cultura humana, y pintores, fotógrafos, poetas, compositores y escultores las utilizan como tema. [Tienen un papel importante en las mitologías de todo el mundo,[4] y a menudo están implicadas en los mitos de la creación sobre el origen de la Tierra[5] Las tortugas marinas son una megafauna carismática y se utilizan como símbolos del medio ambiente marino y del ecologismo[3].

Debido a su papel de criatura lenta y pacífica en la cultura, la tortuga puede ser considerada erróneamente como un animal sedentario; sin embargo, muchos tipos de tortugas, especialmente las marinas, migran con frecuencia a través de grandes distancias en los océanos[6].

La tortuga ocupa un lugar destacado como símbolo de conceptos importantes en la religión, la mitología y el folclore de todo el mundo, como la constancia y la tranquilidad[6] La longevidad de una tortuga se sugiere por su larga vida y su caparazón, que para algunos simboliza la protección contra cualquier enemigo[2]. [En los mitos cosmológicos de varias culturas, una Tortuga del Mundo lleva el mundo sobre su espalda o sostiene los cielos[5] El mito de una Tortuga del Mundo, junto con el de un elefante portador del mundo, fue discutido comparativamente por Edward Burnett Tylor (1878:341).

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Al estudiar los restos fósiles de una antigua criatura parecida a un reptil, los paleontólogos han obtenido valiosas pistas y conocimientos que ayudan a explicar cómo las tortugas obtuvieron su característica más extraña: el caparazón. La especie recién bautizada, Pappochelys, que en griego significa “abuelo tortuga”, vivió hace unos 240 millones de años y se sitúa en un punto dulce de la evolución entre los primeros ancestros de las tortugas y las especies más recientes.

Los fósiles recién descubiertos de una antigua criatura parecida a un reptil ayudan a explicar cómo las tortugas desarrollaron su característica más reconocible: el caparazón.    La especie recién bautizada, Pappochelys, que en griego significa “abuelo tortuga”, vivió hace unos 240 millones de años y se sitúa en un punto dulce de la evolución entre los ancestros de las tortugas y las especies más recientes.

Los investigadores del Museo de Historia Natural de Stuttgart (Alemania), en colaboración con el Museo Nacional de Historia Natural del Smithsonian, en Washington, analizaron sistemáticamente 18 especímenes fósiles, además de un cráneo completo. Al juntar los restos complementarios, el equipo pudo hacerse una idea completa de la antigua criatura: medía 20 centímetros de largo, es decir, aproximadamente el tamaño de una tortuga de caja actual, y aunque no tenía caparazón, sin duda contaba con un precursor. Sus costillas eran anchas y robustas, pero al mismo tiempo se extendían en línea con la columna vertebral haciendo que el cuerpo mantuviera más volumen y mejorando la flotabilidad. Si no tenía caparazón, ¿qué hace que sea un antecesor de la tortuga entonces? Bueno, la principal pista es una línea de huesos en forma de caparazón que cubría su vientre, del tipo que llevan las tortugas actuales.

Odontochelys

En cierto modo, la evolución de las tortugas es una historia fácil de seguir: el esquema corporal básico de las tortugas surgió muy pronto en la historia de la vida (durante el período Triásico tardío), y ha persistido prácticamente sin cambios hasta la actualidad, con las variaciones habituales de tamaño, hábitat y ornamentación. Sin embargo, como ocurre con la mayoría de los animales, el árbol evolutivo de las tortugas incluye su cuota de eslabones perdidos (algunos identificados, otros no), falsos comienzos y episodios de gigantismo de corta duración.

Antes de hablar de la evolución de las tortugas genuinas, es importante decir unas palabras sobre la evolución convergente: la tendencia de las criaturas que habitan aproximadamente los mismos ecosistemas a desarrollar aproximadamente los mismos planes corporales. Como probablemente ya sepa, el tema de “animal achaparrado, de patas rechonchas y de movimientos lentos, con un caparazón grande y duro para defenderse de los depredadores” se ha repetido numerosas veces a lo largo de la historia: sirvan de ejemplo dinosaurios como el Ankylosaurus y el Euoplocephalus y mamíferos gigantes del Pleistoceno como el Glyptodon y el Doedicurus.