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Durante mucho tiempo se ha sostenido que Charles Darwin fue el fundador de la escuela de “taxonomía evolutiva” de la Síntesis Moderna y, en consecuencia, que reconoció la genealogía y la similitud como criterios duales y sinérgicos de clasificación. Este punto de vista se basa en tres interpretaciones cuestionables: en primer lugar, de pasajes aislados del capítulo 13 del Origen de las Especies; en segundo lugar, de una frase de una carta que Darwin escribió sobre la obra de un autor al que había malinterpretado en parte; y en tercer lugar, de su práctica taxonómica en las monografías sobre los percebes, que sólo encarnan implícitamente su filosofía de la clasificación, si es que lo hacen. Estos trabajos, vistos en un contexto más completo y con la perspectiva de una amplia correspondencia, son coherentes con la opinión de que Darwin defendía sólo la genealogía como base de la clasificación, y que la similitud era sólo una herramienta para descubrir las relaciones evolutivas. Darwin no era un taxonomista mayriano ni un cladista, y no enfocaba las cuestiones sistemáticas en los mismos términos que nosotros a finales del siglo XX.

Sistema de clasificación

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La taxonomía evolutiva, sistemática evolutiva o clasificación darwiniana es una rama de la clasificación biológica que busca clasificar a los organismos utilizando una combinación de relación filogenética (descendencia compartida), relación progenitor-descendiente (descendencia en serie) y grado de cambio evolutivo. Este tipo de taxonomía puede considerar taxones enteros en lugar de especies individuales, de modo que se pueden inferir grupos de especies que dan lugar a nuevos grupos[1] El concepto encontró su forma más conocida en la síntesis evolutiva moderna de principios de la década de 1940.

La taxonomía evolutiva difiere de la taxonomía linneana pre-darwiniana estricta (que sólo produce listas ordenadas), en que construye árboles evolutivos. Mientras que en la nomenclatura filogenética cada taxón debe consistir en un único nodo ancestral y todos sus descendientes, la taxonomía evolutiva permite excluir grupos de sus taxones parentales (por ejemplo, se considera que los dinosaurios no incluyen a las aves, sino que las han originado), permitiendo así taxones parafiléticos[2][3].

Linneo y Darwin

Entre los primeros naturalistas modernos, los “sistemas de la naturaleza” son los métodos utilizados por los naturalistas para clasificar los seres vivos. La taxonomía, palabra acuñada sólo en 1813 por de Candolle, se refiere a las clases o taxones que se obtienen aplicando uno u otro método de clasificación. Para ilustrar su variedad, se presentan algunos de estos métodos en la sección “La variedad de sistemas”. En las siguientes secciones se explica la diferencia entre sistemas naturales y artificiales (sección “Sistemas artificiales y naturales”) y se resumen los debates contemporáneos sobre la taxonomía moderna temprana y el esencialismo (sección “El esencialismo”). En efecto, los taxónomos de la Edad Moderna no son los únicos humanos que clasifican a los seres naturales (sección “La mente clasificadora”). Sin embargo, ¿cuál podría ser la especificidad de su actividad? Esta cuestión se aborda en las secciones “La falta de una experiencia comunal”, “Abstracción de la…

Clasificación linneana

La enseñanza de la evolución puede estar cargada de dificultades: es probablemente la única teoría científica que se rechaza por motivos de creencias personales. Por ello, es posible que debamos pasar de la mera enseñanza de una serie de hechos y conceptos a examinar el desarrollo de la teoría de la evolución y situarla en su contexto social e histórico.

Lo que sigue es un intento de proporcionar ese marco histórico, con información sobre los actores clave que desarrollaron el pensamiento biológico y geológico y proporcionaron el contexto científico en el que Darwin pudo tener su trascendental visión.

Ray también estudió los fósiles, reconociendo que se habían formado a partir de organismos que alguna vez estuvieron vivos, y luchó contra las contradicciones entre el relato bíblico de la creación y las pruebas de cambio y extinción que veía en sus fósiles. Profundamente religioso, rechazó cualquier posibilidad de una Tierra antigua y cambiante, como hicieron todos los estudiosos de su época.

Aunque era un hombre religioso que creía que todas las especies habían sido creadas juntas, Linneo seguía pensando en la edad aparente de la Tierra. Los fósiles eran ahora bien aceptados como restos de criaturas del pasado, a veces encontrados lejos del mar, y él no estaba seguro de que esta distribución pudiera haberse producido en el tiempo previsto por el diluvio bíblico. No era el único, ya que los estudiosos contemporáneos, tanto de la ciencia como de la historia, empezaban a cuestionar los cálculos del arzobispo Ussher, que cifraban la edad de la Tierra en 6.000 años.